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Mostrando entradas de enero, 2011

volver a jugar

No sé que pensás vos; a mi este juego me cansó.
* Busco, inconsciente, la forma de rozar tu piel. El contacto inexplicable de conectar ¿el amor?

Telesita

Ay! Telésfora Castillo  Tus ojos no tienen brillo  Lo has perdido tras el monte  O buscando el horizonte. [1]   Cualquiera que se detenga a escuchar una chacarera sabrá de las veces que la nombran a Telesita los santiagueños.  Ella era Telésfora Castillo, a lgo sabia de su historia, pero quise leer un poco más, mientras esperaba el primer mate de la mañana, pero al leer tres o cuatro páginas compruebo que todas cuentan historias diferentes.  Telesita la manga mota Tus ropitas están rotas Por las costas del Salado Tus pasos van extraviados. [1]  Tal es así que puede leerse que era de un hogar pobre, hija de un político muy importante y hasta que no se le conocía ni casa, ni familia.  No preguntes por tu amor Porque nunca lo hallarás Un consuelo a tu dolor En el baile encontrarás. [1] Pero en ciertos puntos todas concuerdan. Telesita era una joven hermosa, que respondía a la invitación de la música, seguía su ritmo y todo Santiago gozaba tan solo de verla bailar. Su im

Mamihlapinatapai

Una mirada entre dos personas, cada una de las cuales espera que la otra comience una acción que ambos desean pero que ninguno se anima a iniciar (...de la lengua yámana)

(descalzos)

...para avanzar fue necesario arriesgar, desafiar la soledad; desanclar y navegar.* [Hoy quiero - Andando Descalzo ]

sonatina

Aún me hago la misma pregunta "¿Que tendrá la princesa?" ...Siempre tuvo arte en sus manos.* SONATINA La princesa está triste... ¿Qué tendrá la princesa?  Los suspiros se escapan de su boca de fresa, que ha perdido la risa, que ha perdido el color. La princesa está pálida en su silla de oro, está mudo el teclado de su clave sonoro, y en un vaso, olvidada, se desmaya una flor. El jardín puebla el triunfo de los pavos reales. Parlanchina, la dueña dice cosas banales, y vestido de rojo piruetea el bufón. La princesa no ríe, la princesa no siente; la princesa persigue por el cielo de Oriente la libélula vaga de una vaga ilusión. ¿Piensa, acaso, en el príncipe de Golconda o de China, o en el que ha detenido su carroza argentina para ver de sus ojos la dulzura de luz? ¿O en el rey de las islas de las rosas fragantes, o en el que es soberano de los claros diamantes, o en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz? ¡Ay!, la pobre princesa