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Mostrando entradas de noviembre, 2015

Puedo, pero no quiero.

Los momentos de sol son aprovechados, no quiero quedarme más en el mismo lugar. Estoy bien, podrías verme sonreír, pero podría estar mejor si estarías cerca. No puedo sacarme el dolor, cerrado al vacío, que tengo entre el pecho y el estómago. No se va con nada, ni durmiendo, ni con horas de televisión por cable, ni leyendo mi libro favorito. El sol alivió el frio, como para aguantar un día más de ausencia. Me acosté pensando en Meredith Grey, cuando en el medio de la casa que un día fue diseñada por luces de velas, llega Derek y, en esa escena que hasta a quienes la miramos nos duele, le confiesa que puede vivir sin él. El tiempo había pasado y, eso que hace a la vida, el trabajo, los compañeros, la familia, tuvieron que seguir su camino, pero la frase no terminaba ahí, lo que Meredith le dijo a Derek fue mucho más profundo, más doloroso aún, porque el amor termina siendo desprender absolutamente todos los sentimientos. Meredith le dijo "Puedo vivir sin vos, pero no quiero&q

Sombra crónica.

Intenté entender que los sentidos son percepciones del cerebro, que mi tolerancia al dolor no es solo por la falta de medicamentos y que lo que llega tiene que ser siempre mejor a lo que se va. La sangre de anoche en la boca no fue una sensación, las manos temblando tampoco y el escalofrío por terror nada tenia que ver con una ilusión. Creo que ya pasé algo así y mi mente lo bloqueó. No se si es el hoy, o ese puto ejercicio que me propuse hace un tiempo para poder recordar. La memoria sirve, pero obsesiona . L a memoria colectiva duele menos, eso es claro. A vos te duelen muchas más cosas, lo sé. Lo sé porque callás, porque preferís no hablar, porque en la sombra crónica no vas a conocer el calor. Te duele, y lo veo en tu voz, que es lo único que me queda. 

Manchas de fuego

El yaguareté ha sido considerado sagrado para nuestros ancestros, pero eso no fue lo que me conmovió de su presencia. Aunque resulte difícil descifrar el por qué, podría destacar su fuerza, su poder, su luchar por perdurar en una región que poco sabe de él, que no pretende acompañarlo, pero él sigue caminando su selva, bebiendo de la sangre de la pachamama, sobreviviendo a la voracidad del humano  que solo ve lo que otro humano lo maleduca a ver.  La madera indica fortaleza, los guaraníes jugaban con ella y reproducían su interior con la ayuda del filo, construían al respetable felino, dios de muchos pueblos americanos, dibujando las manchas con fuego. Y acá está el yaguareté perdurando en la fibra natural de la selva misionera, diciendo que nos queda mucho por vivir, y que hacerlo no es solo estar, sino reproducir lo que muchos creen imposible, enfrentar el miedo del predador más horrible que somos nosotros mismos, nos dice que siempre hay un lugar nuevo para habitar, aunque