Él sigue en su trabajo, frente a la pantalla. Ella está en el balcón leyendo. Mira el río y quien sabe que más. Silba. Él como, si nada, sigue en lo suyo. Pasan un par de horas. Ella sigue silbando. Es la misma melodía desde las primeras horas de la mañana. Él ya conoce esa canción. Quizá de toda la vida.